La escritura ha pasado por una serie de etapas que han marcado su evolución histórica, donde ha tenido un papel fundamental en la historia de la humanidad. Desde 2012 el mes de noviembre celebra en todo el mundo el aniversario de “La Pluma Estilográfica”; una ocasión creada por entusiastas de este instrumento de escritura para promover su utilización en el día a día y que busca revivir el placer del arte de la escritura a mano como manera única y particular de expresión.
La pluma estilográfica es uno de los objetos antiguos que ha logrado sobrevivir más de un siglo de cambios constantes y es quizás, el perfecto ejemplo de cómo un objeto clásico pudo sobreponerse al advenimiento de nuevas tecnologías y continuar registrando un resurgimiento en el siglo XXI.
La pluma tradicional en sus orígenes, era el único instrumento fiable para plasmar en el papel las palabras que permanecerían imborrables tras el paso de los años. Fueron transmisoras de muchas de las mejores obras literarias que se han escrito formando una amalgama inseparable con el tintero, la lucha constante del escribiente contra el goteo y los borrones y la necesidad de afilar la punta.
Según los historiadores, la pluma se puso de moda a mitad del siglo XIX después de la aparición de la punta de acero cuando Birmingham era el centro de producción mundial de ese tipo de puntas. Y fue en 1935, cuando la ya centenaria empresa alemana Faber-Castell adquirió una participación mayoritaria en la reconocida fábrica de estilográficas Osmia fundada por los hermanos Georg y Herrmann Böhler en Dossenheim en 1919.