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La salud mental se ha convertido en una preocupación global prioritaria. Según los últimos informes de la OMS, los trastornos mentales afectan a una de cada ocho personas en el mundo y Colombia no es ajena a esta realidad puesto que el 66,3% de las personas asegura haber enfrentado algún problema de salud mental en su vida, según el Ministerio de Salud. Tras la pandemia, el aislamiento social, la sobrecarga digital y los entornos urbanos han provocado un aumento en los niveles de estrés, ansiedad y depresión, especialmente en jóvenes. Ante esta realidad, el diseño de los espacios donde vivimos, trabajamos o nos recuperamos cobra un nuevo significado: puede ser una herramienta poderosa para mejorar nuestro bienestar.

Top de espacios que ponen al ser humano en el centro a través del diseño: El proyecto Tiaho Mai en Nueva Zelanda, un centro de salud mental cuyo diseño se basó en las necesidades reales de los pacientes y del personal médico. “El nombre del proyecto significa ‘luz que irradia’ en maorí. Su diseño recuerda a un claustro, un lugar de recogimiento que facilita la conexión con uno mismo”, explica la experta. Este tipo de arquitectura busca reducir el impacto traumático de una hospitalización y transformar la experiencia en un proceso más humano, con acceso a luz natural, aire fresco y elementos culturales cercanos.

Tecnología emocional y sostenible que recupera: En esta visión de bienestar integral, la tecnología también tiene un papel clave. Pero no cualquier tecnología, sino aquella que se integra de forma sutil, intuitiva y empática. Ejemplo de ello es el estudio New Territory, que desarrolla productos para el hogar que monitorean la calidad del aire, la luz o el sonido, reaccionando con suavidad y sin invadir el entorno. “La tecnología no es buena ni mala per se. Depende del uso que le demos y de cómo la apliquemos; debe casi pasar desapercibida a la vista”, reflexiona la profesora.

Desde la sostenibilidad, también emergen propuestas innovadoras como la de la diseñadora Marjan Van Aubel, quien ha desarrollado células solares a partir de materiales naturales como jugo de arándanos. Su visión es clara, “la revolución solar será bella o no será”. Se trata de crear soluciones que, además de ser eficientes, sean estéticamente atractivas y capaces de integrarse en nuestra ropa, ventanas o fachadas urbanas, sin agredir el paisaje ni sacrificar funcionalidad.

En una era marcada por crisis de salud mental, emergencia climática y aceleración tecnológica, el diseño de espacios ya no puede limitarse a la estética o la funcionalidad. Debe ser una herramienta activa de bienestar, resiliencia y transformación social, de modo que es necesario repensar cómo se diseñan los espacios para marcar la diferencia entre vivir y simplemente habitar.

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